Por Yensuni López Aldape
¿Quién diría que el “Cuauh”, ídolo de las canchas y experto en fintas, ahora se luce con otra jugada magistral, pero esta vez desde las gradas legislativas? Cuauhtémoc Blanco, el mismo que alguna vez burló defensas y anotó goles históricos, acaba de marcar el tanto más polémico de su carrera: un golazo de impunidad protegido por las mismas filas que prometieron cambiar el juego sucio de la política mexicana.
La historia es sencilla y conocida, aunque no menos indignante: su hermanastra, Nidia Fabiola Blanco, lo denunció por intento de violación. La Fiscalía de Morelos pidió el desafuero del exfutbolista convertido en diputado, pero el Congreso —en un acto de “juego limpio” totalmente inesperado— decidió mantenerle el fuero. ¿El marcador final? 291 votos a favor de seguir jugando con inmunidad y la promesa de Morena de defender los derechos de las mujeres colgada del travesaño, esperando que alguien se acuerde de ella.
Lo más curioso es que 35 diputadas de Morena levantaron la voz, exigiendo congruencia. ¡Qué ingenuidad! Parece que no se dieron cuenta de que aquí no se trata de jugar bonito, sino de cuidar la portería a toda costa, aunque eso implique tapar balonazos con tufo a encubrimiento.
Claudia Sheinbaum, presidenta del país, justificó la decisión diciendo que el fiscal que presentó la solicitud es “corrupto”. Y claro, porque si algo nos enseña el manual del político redentor es que la corrupción ajena siempre sirve para justificar la propia.
El PT, en un amago de honestidad que pocos esperaban, decidió romper filas con el oficialismo y señalar el fuera de lugar. Mientras tanto, el PRI, ese viejo conocido de la trampa y el “ganar como sea”, decidió aliarse con Morena y el PVEM para proteger al goleador estrella. Ya saben, como cuando el equipo chico se cuelga del grande para no perder la categoría.
Podríamos hablar de justicia, de la defensa de los derechos de las mujeres, del compromiso con las víctimas, pero resulta que aquí la cancha está más dispareja que nunca. La portería está bien cuidada, los árbitros se hacen de la vista gorda y el VAR (la justicia) parece tener fallas técnicas justo cuando se trata de revisar las jugadas del “Cuauh”.
Y mientras Morena se pelea internamente, intentando tapar los autogoles del caso Blanco, desde las gradas también resuena el eco de las justificaciones absurdas sobre el famoso rancho Izaguirre. ¿En qué momento pasó Morena de querer tirar las trancas de la corrupción a atrincherarse tras ellas? Parece que la cancha se les hace cada vez más cuesta arriba y que el árbitro —la ciudadanía— empieza a perder la paciencia.
Al final, la pregunta que queda es: ¿dónde quedó el compromiso de Morena con las mujeres? Quizá en el vestidor, junto a los discursos bonitos de campaña. Porque desde las trancas de la cancha política, lo único claro es que en el México del cambio verdadero, el fuero sigue siendo la mejor defensa contra la justicia.
Y mientras tanto, Cuauhtémoc sonríe. Él sabe que, mientras lleve el uniforme correcto y juegue en el equipo adecuado, nadie le sacará tarjeta roja. Después de todo, a nadie le gusta meterle autogoles a la impunidad.
