La apertura manual de la boca de la laguna en Pascuales no es una medida extraordinaria, sino una necesidad que se repite cada año debido a la escasez de agua dulce proveniente del río Armería. Así lo explicó Gilberto Fuentes, dirigente de los pescadores de la zona, quien advirtió que esta situación no solo representa un riesgo ambiental, sino también un fuerte impacto para la economía local.
Cada temporada, al reducirse drásticamente el flujo del río hacia la desembocadura, el mar termina por cerrar la boca de manera natural, acumulando agua dentro del sistema lagunar. Esta obstrucción afecta directamente a los pescadores, ya que impide la entrada y salida de lanchas hacia el océano.
“Nos quitan toda el agua. Si el río fluyera libremente, la boca no se cerraría. Pero como no hay entrada de agua dulce, el mar la sella y puede reventar en cualquier punto de la laguna, lo que genera un riesgo mayor”, señaló el pescador.
El dirigente explicó que el agua que debería llegar a la boca es retenida aguas arriba, particularmente en la presa de Madrid, utilizada para riego agrícola en Armería. Además, canales como los de Flor de Coco y Periquillos desvían el flujo hacia zonas como Las Fuentes y El Paraíso, dejando a Pascuales sin el caudal necesario para mantener abierta su salida natural al mar.
“Si nos dejaran pasar el agua de Madrid o de Flor de Coco, esto no pasaría. Pero como siempre nos la retienen para el riego, el mar se encarga de cerrar lo que no se mantiene vivo con agua”, lamentó.
El cierre de la boca representa un doble problema: por un lado, aumenta el riesgo de desbordamientos o reventamientos en la laguna; por otro, paraliza la actividad pesquera. Las embarcaciones no pueden cruzar los paredones de arena que forma el mar y muchas veces sufren daños, lo que obliga a los pescadores a suspender su trabajo.
“Los pescadores dejan de salir a trabajar porque las lanchas están pesadas y no es seguro. Es por eso que abrir la boca también significa reactivar la economía local”, puntualizó Gilberto Fuentes.
