Por Yensuni López Aldape
Tenemos un cabildo ecológico en Tecomán, no solo porque sean personajes de reciclaje, sino que aquí, hasta los logros se reciclan. Este viernes, en la Novena Sesión Ordinaria de Cabildo, el Ayuntamiento volvió a aprobar —sí, otra vez— la cesión del terreno “Fracción San Antonio” al IMSS para construir un hospital.
La pregunta es obligada: ¿La donación anterior estaba mal hecha? ¿Se traspapeló entre los expedientes del “ya merito”? ¿La firmaron con tinta invisible o con un bolígrafo de esos que regalan en campañas? Nadie lo explica. Pero eso sí, el boletín oficial se aventó una narrativa tan emotiva que por un momento uno pensó que el hospital ya estaba inaugurado y con médicos en turno.
Y claro, la trompeta sonó fuerte aplaudiendo al presidente municipal Armando Reyna por “atender las necesidades urgentes en salud”. Atención: no por resolverlas, sino por dar un pasito más rumbo a la promesa del “Ya merito”. De tanto anunciar avances, el verdadero reto será inaugurar el hospital antes de que lo declaren patrimonio intangible de las promesas.
Pero lo que de plano raya en el absurdo es ver a regidores orgullosos publicando: “Hoy estuve en sesión de cabildo”. Como si ir a trabajar fuera un acto heroico. Les pagan por eso. La foto con el fondo del Salón de Cabildo, la cara seria, el hashtag del deber cumplido. Pero propuestas, posicionamientos, fiscalización… eso brilla más que el sol de mediodía en estas fechas, porque no aparece.
No redactan iniciativas, no abanderan causas ciudadanas, la oposición no se atreve a incomodar al poder. Asisten, levantan la mano y se van. Son como los adornos navideños: están, lucen bien en foto, pero nadie sabe qué función cumplen fuera de temporada.
Y mientras el cabildo recicla acuerdos y los regidores reciclan selfies, en las calles de Tecomán avanza sin freno —literal— un problema sobre tres ruedas: los mototaxis. Lo que alguna vez fue una alternativa para colonias marginadas, hoy parece sacado de un videojuego sin reglas. Choferes en estado etílico, unidades sin placas, sin rutas fijas y sin miedo a la muerte… ajena.
Los mototaxis circulan como si fueran inmunes a la física. Se meten entre autos, frenan en seco, se cruzan la calle sin advertencia. Y Nadie regula, nadie sanciona. Algunos grupos están intentando organizarse, eso es cierto, pero mientras tanto, otros siguen como el zancudo del dengue: visibles, molestos y peligrosos.
Y si pensaban que los taxistas tradicionales aprovecharían el desorden para demostrar que sí son opción… pues no. Siguen igual: impuntuales, apáticos y con tarifas que dependen de la hora, el clima o el estado de ánimo del chofer. El colmo es que les otorgaron más espacios de ascenso y descenso, quitando los ya de por sí escasos lugares de estacionamiento en el centro. Una joya más para nuestra colección de decisiones que castigan al peatón, al automovilista, a la ciudadanía en general y al sentido común.
En resumen: tenemos un terreno para hospital que se ha donado dos veces pero no se construye ni una; regidores que confunden asistencia con productividad; y un sistema de transporte que se mueve entre la anarquía y el abandono institucional.
¿Y la ciudadanía? Pues como siempre: sorteando la vida, los que no son regidores sí tienen que trabajar y no solo decir presente, los automovilistas esquivando mototaxis, la gente releyendo boletines reciclados y soñando con un hospital con presupuesto.
Pero tranquilos, que si no se construye el hospital, siempre nos quedará otra sesión de cabildo para volver a donar el terreno por otra noble causa, o por la misma. ¡Nos vemos en la próxima función! Tal vez el martes, antes… o después, el ruedo es impredecible en estos tiempos.
