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Desde las Trancas

Escribe Yensuni López Aldape

La política en Colima y Villa de Álvarez sigue un patrón ancestral, tan predecible como trágico. Los actuales presidentes municipales, Riult Rivera y Tey Gutiérrez, se hacen presentes en municipios que no son los suyos de origen, y lo hacen con la misma fórmula de siempre: promesas huecas, poca acción y una obsesión enfermiza por la siguiente elección. Como reza el dicho como candil de la calle y oscuridad de su casa.

Es casi un ritual ver cómo, al llegar al cargo empiezan con una estrategia de publicidad desmesurada en la zona donde aspiran a su próximo escaño. Pareciera que poco importa resolver los problemas urgentes de Colima y Villa de Álvarez, porque su prioridad es consolidar su imagen en la arena electoral. Pero esta táctica, además de ser tan vieja como la política misma, ha demostrado su ineficacia: se inflan antes de la elección y se desinflan con la misma rapidez cuando la realidad los golpea.

Las dificultades que enfrentaron para ganar sus respectivas elecciones deberían haber sido suficiente advertencia para que cambiaran de estrategia. Pero no, siguen repitiendo las mismas prácticas fallidas. En lugar de construir una verdadera oposición al gobierno en turno, parecen más preocupados en sostener su burbuja de poder. Mientras tanto, la ciudadanía sigue atrapada entre la ilusión y la frustración, en un estado permanente de espera de un cambio que nunca llega.

El actual gobierno tampoco es un referente de eficiencia. A pesar de tener al sector salud colapsado, cifras de violencia que crecen como espuma y una inseguridad imparable, sigue en la flor de la creencia popular. ¿Por qué? Porque la oposición no ha sabido presentarse como una alternativa real. Mientras los políticos juegan a la campaña permanente, la gente se acostumbra a la violencia cotidiana, normalizando balaceras y ajustándose a la triste realidad de vivir en un estado donde “nomás hay que evitar estar en el lugar equivocado”.

El espectáculo sigue. La población observa, algunos con resignación, otros con coraje, pero la mayoría con la certeza de que los políticos seguirán en lo mismo: en sus campañas disfrazadas de gestión, en sus fotos con sonrisas impostadas y en su eterna desconexión con la realidad.

Y mientras unos se lamentan por la violencia de las cabalgatas, otros se arreglaron para seguir de fiesta, nada pasó, porque al final, en este circo político, la función siempre debe continuar.

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