Escribe Yensuni López.
𝑈𝑛𝑎 𝑚𝑢𝑗𝑒𝑟 𝑠𝑖𝑚𝑝𝑙𝑒𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑒𝑠, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑢𝑛 ℎ𝑜𝑚𝑏𝑟𝑒 𝑑𝑒𝑏𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑔𝑎𝑟 𝑎 𝑠𝑒𝑟 –Camille Paglia.
Este 19 de noviembre, en el Día Internacional del Hombre, no hago una reflexión tradicional. Hoy no quiero hablar del hombre solo en relación con su rol en comparación con las mujeres, reduciéndola a la eterna sombra de un ideal de masculinidad impuesta.
La figura del hombre como proveedor, protector y pilar inquebrantable ha sido tan arraigada en nuestra cultura que rara vez nos detenemos a pensar en las presiones que estos roles generan. La sociedad ha construido una visión rígida de lo que debe ser un hombre: fuerte, sin miedo, sin debilidad. Un hombre que no debe llorar, que no puede mostrar vulnerabilidad, que debe cargar con todo el peso del mundo sin dar señales de cansancio.
Pero ¿Qué pasa cuando el hombre no puede cumplir con estos estándares? ¿Qué sucede cuando no sabe cómo expresar sus emociones o cuando las cargas emocionales lo desbordan? La respuesta está en el sufrimiento oculto, en el grito silenciado de los hombres que se sienten atrapados en una definición de masculinidad que no les permite ser ellos mismos. Y lo peor de todo es que no siempre tienen un espacio seguro donde puedan hablar de ello sin ser juzgados.
Los hombres, padres, hijos, esposos y trabajadores viven constantemente con la presión de cumplir con expectativas imposibles. Se espera que sean los proveedores, los que nunca flaquean, los que nunca dudan. Pero ¿Quién se preocupa por su bienestar emocional? ¿Quién escucha sus miedos, sus inseguridades? ¿Quién les da el permiso de ser vulnerables? ¿Qué pasa cuando, como padres, no tienen las herramientas para ser emocionalmente accesibles con sus hijos, cuando se ven forzados a ser un modelo rígido de masculinidad y no pueden expresar sus sentimientos? ¿Qué ocurre cuando como pareja se les exige cumplir con una virilidad que nunca cuestiona y, si fallan, se les pone en duda su valor como hombres?
No son pocos los casos donde los hombres, ahogados en su dolor, recurren a medidas extremas para lidiar con una sociedad que no les permite ser débiles. Son también víctimas de una presión implacable que les exige ser perfectos en todo momento, pero no se trata de ser “el príncipe” que salva a la “princesa” ni de seguir los guiones preestablecidos por una sociedad que define la virilidad de una forma tan rígida. Los hombres también deben liberarse de esos estereotipos que los encarcelan, de esa obligación de ser siempre fuertes, siempre firmes, siempre ganadores.
Existen estadísticas que nos muestran la magnitud de esta problemática: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los hombres tienen una tasa de suicidio significativamente más alta que las mujeres. En muchos países, las tasas de suicidio masculina duplican o incluso triplican las de las mujeres. Esto no es un dato menor, sino una señal alarmante de que los hombres están lidiando con una carga emocional inmensa, que no saben cómo procesar o expresar, porque se les ha enseñado que hacerlo los hace “menos hombres”. El suicidio es, tristemente, la punta del iceberg de un sufrimiento que no se ve, que no se habla, que se esconde detrás de una fachada de fortaleza.
Urge que rompamos con los estereotipos que nos han enseñado. El hombre no debe ser el eterno proveedor que lo sacrifica todo sin pedir nada a cambio. No debe ser el “príncipe encantador” que se espera salve a todos, sin importar si él mismo necesita ayuda. Los hombres también deben tener el derecho a sentir sin que eso sea visto como una debilidad.
El Día del Hombre no debería ser solo un recordatorio de lo que los hombres han logrado, sino también un llamado a la acción para cambiar cómo percibimos la masculinidad. Es hora de que entendamos que la salud emocional de los hombres es igual de importante que la de las mujeres. No se trata de restar valor a una lucha para dar espacio a la otra, sino de reconocer que tanto hombres como mujeres deben ser tratados con la misma empatía, respeto y apoyo.
Por ello, hoy, en el Día del Hombre, nos toca a todos actuar, empezar a desmantelar los estereotipos que limitan a los hombres, y crear una sociedad más inclusiva y comprensiva para todos. Dejemos que los hombres se liberen de la masculinidad rígida y se permitan ser, con todo lo que eso implica, sin miedo a ser juzgados. Este es el verdadero camino hacia la equidad, donde todos podemos ser más humanos, más completos y felices.