En este momento estás viendo Jueces a la carta y justicia en oferta

Jueces a la carta y justicia en oferta

Por Yensuni López Aldape

Hace unos días leí un artículo titulado “Elección judicial: todos perdemos”, publicado por la Barra Mexicana de Abogados, y no puedo estar más de acuerdo. Porque lo que está ocurriendo con este nuevo método para elegir jueces y magistrados en México no es un avance democrático: es un show, una faramalla con moñito, disfrazada de participación ciudadana, que solo sirve para desprestigiar aún más a un sistema de justicia ya de por sí en terapia intensiva… y sin seguro.

La supuesta elección de jueces y magistrados por “voto popular” es, sin duda, uno de los mayores insultos recientes a la inteligencia colectiva. Porque no se trata de acercar la justicia al pueblo, sino de someter al Poder Judicial a la voluntad de los otros dos poderes. Una jugada peligrosa, torpe y con aroma a revancha política rancia, de esa que no se quita ni con cloro.

Lo digo con el nudo en la garganta y la ceja arqueada: varios de los aspirantes que hoy están tocando puertas y pidiendo apoyo aquí, a nivel local, son buenas personas. Los he visto trabajar con honestidad, con compromiso, con ética… lo cual hace esto más incómodo todavía. Porque incluso con eso, no puedo apoyar esta pantomima. Sería una contradicción ética, personal y profesional. La sola idea de que alguien tenga que hacer campaña para impartir justicia ya es una tragedia democrática. Es someter la toga al escrutinio y la propaganda.

¿De verdad creemos que vamos a elegir al juez o la jueza que mejor conozca la ley, que tenga más ética, que garantice imparcialidad, solo porque se promociona en redes sociales o reparte volantes en el crucero? ¿Qué sigue? ¿Debates en TikTok? ¿Puntos extra por salir bailando con toga y birrete?

Y para rematar, ya hay pronósticos de alta abstención. ¿Quién va a ir a votar para elegir a personas cuya trayectoria nadie conoce, y cuya función —vamos a decirlo claro— jamás ha sido parte del voto popular? Y todo este montaje, además, está costando millones. Dinero que bien podría destinarse a fortalecer la defensoría pública, a capacitar jueces, o simplemente a garantizar que haya papel en los juzgados, que no es poca cosa en este país donde los expedientes a veces se pierden “solitos”.

¿Quién va a votar con seriedad por un juez si apenas conoce al diputado por el que marcó la boleta en la elección pasada? (si tiene suerte)

Lo más grave es el panorama que se avecina: un sistema de justicia aún más debilitado, donde quienes ocupen los cargos no lo hagan por méritos, sino por popularidad o conveniencia política. Magistraturas convertidas en botín electoral, jueces endebles al poder de turno y decisiones judiciales dictadas por el cálculo político.

Esta no es la transformación de la justicia. Es su teatralización. Y en esta puesta en escena, el papel de la ciudadanía no es el de protagonista, sino el de público confundido, obligado a aplaudir una obra que nunca pidió ver.
¿Y los casos delicados? ¿Y los expedientes que tocan a los poderosos? ¿A quién se le va a hacer justicia: al ciudadano común o al que ayude con el “voto útil”?

Desde las Trancas, una vez más, toca decir lo que parece obvio: la justicia no se elige en campaña. La justicia se construye con independencia, con formación sólida, con procesos limpios. No con slogans, ni con camisetas, ni con abrazos de pasillo.

Ojalá algún día podamos hablar de una reforma judicial verdadera, seria, de fondo. Mientras tanto, no se sorprendan si la justicia, más que ciega, comienza a usar lentes oscuros… de esos que se ponen cuando hay algo que no se quiere ver. O cuando alguien les dice cómo deben ver.


Nos leemos el martes… o tal vez antes, o después, ya saben que aquí el ruedo depende del toro.
¡Y feliz Día del Maestro!, toca recordar a unos en especial, profe Cenobio Jiménez, saludos hasta el cielo “tigrillo”, y a otro que sin empacho decía “yo no, que los repruebe la vida!”.. Felicidades a mis profes más amados: mi señor padre y mi esposo.