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Un municipio endeudado… hasta las Trancas

Por Yensuni López Aldape

Tecomán, el municipio que juega al SAT sin dados y sin suerte

Después de dos semanas de ausencia, vuelve esta columna. Si bien la noticia no descansa, merecidas o no, los reporteros intentan hacerlo. Al fin y al cabo, malamente consuelo, las corruptelas seguirán ahí, como han seguido las sanciones del SAT…

En Tecomán el tiempo no cura, acumula. Y no hablamos de sabiduría ni patrimonio, sino de deudas fiscales que van creciendo como bola de nieve cuesta abajo. La noticia de que el Ayuntamiento carga en la mochila más de 260 millones de pesos en créditos fiscales… cortesía de las administraciones pasadas, esas que se fueron sin pagar, pero dejando la cuenta abierta y el menú de sanciones servido.

Esa suma sin contar lo que el tesorero anterior, Armando Zamora, informó en el último año de Elías Lozano, sacó calculadora y en su momento entregó lo que llevaba, el primer crédito, que arrastra desde 2014 cerca 45 millones que ya no se pudieron impugnar pero se negoció el pago directamente con el SAT.

Luego viene el otro crédito, el de 2017, con unos 96 millones de pesos que están en disputa legal todavía. Y ahora, por si el presente fuera poco, se le suma un tercero: el crédito fiscal de 2018 por 164 millones, al que ya le prendieron veladora y abogado de cabecera para buscar la nulidad. Entre tanta cifra, parecería que Tecomán juega en la bolsa de valores, pero en vez de acciones, colecciona omisiones.

Lo grave no es sólo el monto, sino la ligereza con la que se explican las causas. Por ejemplo, que en 2017 decidieron “declarar en ceros” ante el SAT. Una estrategia que, en el mejor de los casos, sería ingenua… y en el peor, una irresponsabilidad con nombre, apellidos y consecuencias. ¿De verdad pensaban que el SAT, con todos sus ojos electrónicos y sus bases de datos, no notaría que había trabajadores con retenciones sin declarar? El SAT no duerme, y cuando despierta, cobra. Y cobra caro.

Y mientras el dinero que sí se recauda se va en pagar los intereses de lo que no se pagó, la población —esa que nunca fue consultada, ni beneficiada, ni resarcida— se enfrenta a un futuro hipotecado en silencio.

Porque aquí está el verdadero drama: ¿quién paga por las malas decisiones de quienes ya se fueron? ¿Quién responde por los errores fiscales, las omisiones, los cálculos alegres y las firmas fáciles? Spoiler: no son los exalcaldes. Ellos ya archivaron sus discursos y sus trajes de toma de protesta, y hoy duermen tranquilos bajo el techo que pagaron sus años de “servicio público”. No, quien paga es el municipio, todos los contribuyentes que sí cumplen, porque no tienen de otra.

Y claro, ahora se recurre nuevamente a un abogado fiscal, porque hay que salvar lo que se pueda, amortiguar el golpe y ver si alguna instancia federal tiene un poco de compasión. Pero esa no es justicia, es sólo un manotazo legal en un mar de negligencias.
Así que ya lo saben, paisanos: si un día sienten que no pueden con sus deudas, háganse alcaldes. Total, nadie paga las cuentas, más que el pueblo… y el SAT no perdona, pero la política sí.

Y hablando de abandonos, en Tecomán los únicos más olvidados que los contribuyentes son los animales callejeros. El gremio veterinario y los animalistas han advertido en torno a enfermedades serias que podrían brotar como la rabia, o los que ya están, tumores venéreos transmisibles y cero control sanitario.

¿Enfermedades prevenibles que se expanden como regidor en campaña? Sí. Mientras la autoridad hace lo que mejor sabe: esperar que alguien más se haga cargo. En este caso, como siempre, las asociaciones civiles.

Lo grave es que no se trata solo de perros: se trata de salud pública, de omisión institucional y de una cultura política que prefiere las fotografía en sus redes que la atención de fondo a los problemas.

En Tecomán los tumores crecen… por exceso de indiferencia.


Boletines: humo, lisonjas y mucha foto… poca verdad.

Hay días en que leer los boletines institucionales es como abrir una caja vacía con moño dorado. Los boletines de prensa que emiten las instituciones públicas no informan: aplauden. Se limitan a decir que “el funcionario tal” —que siempre es el alcalde, no vaya siendo que el farol se apague si no lo nombran— estuvo presente en tal evento.
Ajá. Y luego, ¿qué?

Porque sí, se le paga para que esté presente, para eso tiene agenda, chofer y sueldazo. Pero no se le paga solo para ver el paisaje ni para que lo retraten con la mano en el corazón. ¿A qué fue? ¿Qué escuchó? ¿Se comprometió? ¿Alguien le exigió algo? ¿Qué se va a hacer? ¿Cuándo? ¿Con qué recursos? ¿Y si no se cumple, quién responde?

Eso nunca lo dicen. Pero eso sí, el boletín va adornado con frases tipo “con el firme compromiso”, “en aras del bienestar” o “refrendó su apoyo”, como si los párrafos fueran escritos con una batidora de clichés.

Y ahora, en plena danza de nuevos nombramientos —porque ya perdimos la cuenta de cuántas veces han cambiado a los responsables de áreas clave— se prometen resultados. Que los nuevos funcionarios vienen con energía.

Así como en aquella administración pasada, ¿se acuerdan? La que anunció con bombo y platillo una “reingeniería” que duró los tres años. Ni la administración cuajó ni el proyecto caminó. Y eso que “Pintaba bien”, pero ya sabemos que cuando se entra inflado, se flota… hasta que el primer alfiler de realidad revienta la burbuja.

Sueño como muchos, con menos boletines vacíos ni discursos de algodón. Queremos información, no incienso. Datos, no decoración. Y sobre todo: funcionarios que vayan a los eventos no solo a posar, sino a escuchar, responder y resolver.

Perdonen ustedes la extensión del texto… y eso que no hablamos de Alcuzahue. La verdad, no fui. Pero no me mortifica: Alcuzahue se llena solito, por lo que es, no por lo que ofrece. Así, mal organizado, sin premios dignos, con lo justo para cumplir, y lo demás… a la buena de Dios.
Así que me limitaré a repetir lo mismo que, con descarada sinceridad, expresó la autoridad responsable cuando en redes exhibió el tema:
“Yo solo sé que no sé nada”.

Nos vemos el martes… o antes, Desde las Trancas.