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Programas sociales: entre el alivio legítimo, el autoaplauso y el sospechosismo presupuestal

Por Yensuni López Aldape

Descubrieron cómo generar energía renovable en el municipio:
Con el roce de las palmas de funcionarios autocongratulándose cada que anuncian un programa que ya existía… pero con su nombre pintado encima.

El alcalde de Tecomán, Armando Reyna Magaña, presentó con bombo, platillo y sillas ocupadas a fuerza, nueve programas sociales que prometen un municipio más humano, más justo y, claro, más agradecido. Porque en política, la memoria suele estar amarrada al monedero. Salud, vivienda, alimentación, empleo y hasta bicicletas prometen caer como maná del cielo a los más necesitados. ¿El problema? Que el cielo no suelta nada sin factura, y aquí, no queda claro ni de dónde, ni cómo.

Para analizar con poco más de detalle, retrocedamos a enero, cuando según el boletín de Comunicación Social, se destinarían este año más de 10 millones de pesos a apoyo social. Pero basta una revisada al presupuesto aprobado para encontrar que en la partida de “ayuda social” solo hay registrados 4.75 millones para personas y un millón para instituciones sin fines de lucro. El resto —supongamos que exista— está escondido debajo de la alfombra contable o en alguna categoría decorada con nombre bonito y poca transparencia.

¿De dónde saldrán los recursos? ¿De qué partidas se recortó?.

Pero vayamos al evento en sí.

El alcalde decidió que el mejor público para presumir sus programas eran sus propios funcionarios, los mismos que dependen de él para seguir cobrando. Ahí, en una especie de espejo institucional, se proyectó a sí mismo como el gran benefactor del pueblo… sin pueblo.
Solo lo acompañaron sus empleados, cinco medios cuidadosamente seleccionados y cero representación de la sociedad civil, agrupaciones ciudadanas o beneficiarios reales. Una rueda de prensa sin ruedas y sin prensa crítica. Solo faltaron las porras con matracas oficiales.

En ese escenario cerrado, se presentaron programas que, irónicamente, reflejan lo que la Federación y el Estado no han podido hacer: atender a los más vulnerables. Lo que debería ser un motivo de cuestionamiento al sistema, se convirtió en un acto de autocelebración. El alcalde se aplaudió a sí mismo, rodeado de los suyos, como si fuera suficiente llenar una teleaula para convencer a todo un municipio.

Así, entre aires de campaña disfrazados de política social, nos queda la sospecha de que estos programas son tan filantrópicos como estratégicos. Porque no hay nada más rentable que una despensa con logo en tiempos de definiciones políticas. Y aunque se diga que no hay colores detrás, todos sabemos que hasta el arroz con lentejas de los gobiernos, tienen tonalidades partidistas.

No se trata de satanizar la asistencia social. Se trata de preguntarse quién la otorga, con qué reglas y con qué fines. Porque cuando los padrones no son públicos, los criterios son opacos y los eventos se celebran en familia, lo que se reparte no es justicia: es conveniencia.

Y por eso conviene preguntarnos: ¿estos programas nacen por sensibilidad o por necesidad política? ¿Son para aliviar el dolor del pueblo o para sostener las aspiraciones de un grupo? ¿Son políticas públicas o simplemente políticas?

En tiempos donde cada peso cuenta y cada aplauso también, que no nos vendan como bondad lo que podría ser puro cálculo. Porque cuando los gobiernos se aplauden solos, lo que realmente necesitan no es un reconocimiento… sino una buena auditoría.

Los padrones de apoyos se manejan con la discrecionalidad de un reparto de favores: sin reglas claras, sin estudios socioeconómicos verificables y, sobre todo, sin la más mínima transparencia. No importa si eres pobre de verdad; lo que cuenta es si eres útil a tiempo. La lógica es sencilla: los recursos no llegan a quienes más los necesitan, sino a quienes más votos puedan garantizar cuando el termómetro electoral suba. Y mientras tanto, la Contraloría, sigue siendo una gran decoradora de escritorios que se limita a firmar recibidos con tinta invisible

En este país, la pobreza no se mide por lo que te falta… sino por lo que les conviene que te falte.

Y ya que las preguntas no se pudieron hacer en vivo, las haré por esta vía, tampoco culpen al alcalde por ello, eso No es censura, se llama ‘protocolo de armonía informativa’… o sea, ‘o aplaudes o te aplastamos el acceso”. Igual le haré una sola pregunta para ver si se abren de nuevo las puertas de la alcaldía, de esas que a él sí le gustan: Señor presidente “¿En qué nivel de Dios se inspiró para tan magnánimas ayudas sociales?”

Nos vemos el martes, mientras tanto, ¡Saludos desde Las Trancas a Tecomán, el municipio donde el autoelogio es el único programa social que nunca recorta presupuesto!