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Sé que no es martes, una corrida de toros me retrasó

Escribe Yensuni López Aldape

A pesar de las muchas opiniones que se han vertido discretamente en los pasillos y fuera de la alcaldía de Tecomán sobre los despidos —o “ajustes administrativos” si preferimos un término decoroso—, creo que el alcalde está en todo su derecho de tomar estas decisiones. Si son acertadas o no, es otro tema, pero es prerrogativa del poder ejecutivo municipal definir quién sirve a los intereses de su administración y quién no. Sin embargo, hay dos aspectos inquietantes: lo abrupto del movimiento y la falta de claridad. Aunque también está en su derecho reservarse las razones, debería recordar que se debe a ese pueblo del que tanto habla en sus discursos. Si solo fue un ajuste administrativo, no habría nada qué esconder, salvo que detrás haya otros motivos más oscuros que prefirió manejar con discreción.

Lo curioso de los alcaldes y políticos en general es que, además de ser altamente influenciables por las lenguas que los adulan, son quienes más exigen lealtad de sus colaboradores. A más de uno he escuchado pedirla con vehemencia, pero ellos son los primeros en quebrar su palabra y en no dejar claras sus verdaderas intenciones. Si los movimientos en la alcaldía traerán beneficios o solo más caos, solo el tiempo lo dirá.

Mientras tanto, México arde literal y socialmente. El centro de exterminio descubierto en Jalisco encendió alertas a nivel mundial; las imágenes son devastadoras y se resumen en una frase amarga: “eso es México”. Mientras las madres buscan a sus desaparecidos entre fosas clandestinas, los políticos se acusan en un circo sin pies ni cabeza. Si al menos sus carreras se extinguieran entre sus disputas estériles, habría algo de justicia poética. Pero no; desde la Presidente —con “E” mayúscula porque soy mujer pensantE— hasta la oposición, todos usan el dolor humano como bandera. Ella baila mientras la sangre sigue fresca en la tierra y ellos (los de oposición) hipócritas, exponen zapatos de protesta como si no fueran parte de las mismas consecuencias que hoy vivimos.

No valdría la pena, pero clavaré la mirada en el ruedo para hablar de un buey convenenciero y bufón a medida apellidado Fernández Noroña, quien tuvo la osadía de calificar como “montaje” el descubrimiento hecho por las madres buscadoras. Un animal de embestida torpe, más empeñado en hacer ruido y revolcarse en su propia ignorancia que en detenerse a hablar solo porque puede. La desfachatez con la que ignora el dolor de quienes buscan a sus seres queridos en fosas clandestinas lo vuelve a mostrar como el bufón que intenta confundir a un país, el servil que a fuerza de abucheos y protagonismo lame el piso donde pasa su patrón.

En cualquier ruedo, incluso los animales más testarudos encuentran su límite; Noroña, en cambio, embiste a ciegas, guiado por sus intereses, su ego y su necesidad de figurar. No hay grandeza en una bestia terca que se lanza sin conciencia al capote, solo hay ruido y palabras sin dirección. Corrijo, sí tiene una dirección, a sus bolsillos. Así brame y patalee, en las fosas siguen apareciendo los ecos de un país desangrado. Y esas voces son las que deberíamos validar como sociedad, mucho más allá de los colores y partidos.

Hasta el martes, antes o después… cuando vuelvan a soltarse las bestias en este ruedo.