Conozco a Yerania Valencia, candidata del Partido Encuentro Solidario (PES) a la diputación local por el distrito 7 de Villa de Álvarez, desde hace muchos años. Estuvimos en la misma escuela y, aunque poco nos hablamos, nos reconocemos desde entonces. Yerania Valencia es una mujer que ha roto todos los paradigmas culturales y sociales, especialmente si se le ve como parte de una familia de mucho arraigo en Villa de Álvarez y también como parte de una sociedad en su mayoría conservadora y católica como la colimense. Nos reunimos en un restaurante de la Villa, precisamente, para realizar esta entrevista. No quería dejar de hablar de ella porque ha luchado siempre a contracorriente para abrirse paso no sólo en la política local, sino también entre las causas y luchas más justas de nuestra entidad. Y lo ha hecho prácticamente sola, con un teléfono y echando mano de las redes sociales, en donde tiene ya más de quince mil seguidores.
Yani pasó una infancia feliz y desde muy niña mostró sus dotes artísticos y una genuina manera de ver el mundo, muy de avanzada para esta época. Ha sido maestra de pintura, pilates, yoga, y ha intentado siempre influir en su entorno con prácticas sanas que ayuden al bienestar físico, mental y espiritual de su comunidad. Hizo estudios de Comunicación Social en el ITESO, en Guadalajara, incluso llegó a ganar un concurso de video muy importante en aquel tiempo, pero pronto, en virtud de sus búsquedas espirituales, hizo una estadía en Maruata, en donde logró penetrar en las nervaduras de los habitantes de una comunidad indígena de esa región.
Yani se dio la posibilidad (cosa que pocos hacen, pocos hacemos) de realmente fundirse en esa comunidad indígena y conocer todos sus secretos, sus tradiciones, sus hábitos y costumbres, y lo hizo sin prejuicios de ningún tipo (mestizo/indígena), tan marcados en nuestra cultura, al punto de que Yani se unió a un indígena de esa comunidad y con él procreó un hijo, su primer hijo, ahora ya un hombre hecho y derecho. Si bien esta relación no pudo prosperar en virtud de los problemas de alcoholismo que aquejaban a su pareja, recuerda con mucha gratitud y amor todo lo que ella aprendió de esa cultura y esa relación, cosa que es de admirarse si tomamos en cuenta la distancia que existe entre la cultura mestiza y la indígena en nuestro país, la cual es prácticamente abismal.
Con su primogénito, y con la capacidad de lucha que la caracteriza, Yani tuvo la fortaleza y creatividad de emprender un negocio de venta de tortilla de nopal y chaya, que empezó a distribuir en todo Colima y que alcanzó notoriedad por sus contenidos alimenticios. Para ese propósito, creó el “Centro Cultural Acatzin”, en el cual le dio empleo a mujeres indígenas. Siempre interesada por los grupos vulnerables y las minorías que avanzan también a contracorriente, Yani Valencia siguió dando clases de pilates, yoga y pintura, actividades que no ha dejado nunca y forman parte de su vida, pero además empezó también a unirse en la lucha contra las injusticias ciudadanas, las cuales involucraban a los grupos vulnerables y las minorías a las cuales le interesaba apoyar.
Guerrera siempre, Yani siguió impulsando el arte como una forma de crecimiento espiritual y humano y organizó por muchos años el llamado Yogatón, que difundía entre la población los beneficios de la Yoga para el bienestar de la comunidad. En el Yogatón se daba de igual modo cabida a artesanos y productores locales para que vendieran sus artesanías y sus productos con el fin de ayudar a consumir lo local. Esta visión de la vida es la que siempre me ha gustado de Yani, una mujer cercana a la naturaleza, protectora de nuestro medio ambiente, impulsora del bienestar integral del ser humano, luchadora de las causas justas, y en ello ha persistido desde que era joven, por eso mientras la escucho hablar pienso en lo difícil que puede ser, para una sociedad como la nuestra (en ocasiones demasiado materialista y frívola), entender a una mujer espiritual y de una sola pieza como lo es Yani, quien luego de su primogénito tuvo un hijo más, con un extranjero, de nacionalidad haitiana, a quien conoció mientras distribuía sus famosas tortillas de nopal y chaya y con el que, desafortunadamente también, no tuvo una experiencia muy grata en virtud de que recibió violencia intrafamiliar, misma que denunció ante las autoridades, como era de esperarse. Con no mucha suerte en el amor, nada es perfecto en este mundo, Yani siguió su camino con dos hijos que son toda su vida y para los cuales sigue luchando día a día.
Cada vez más involucrada en el activismo social y en la política en general, Yani Valencia ha arraigado en su comunidad (la villalvarense) y desde ahí emprende acciones en favor de causas justas, con esta mirada siempre muy peculiar ante aquello que se le escapa al ojo común y corriente. No hace mucho fue invitada a competir por la diputación local en el distrito 7 de Villa de Álvarez, por el Partido Encuentro Solidario (PES), y sin duda aceptó porque ha visto en eso la oportunidad de poder hacer más por su comunidad desde el Congreso local.
La capacidad de gestión que le dará ser diputada local y además todas las iniciativas que impulsará desde el legislativo harán sin duda un cambio significativo en la sociedad. Pero tiene dos propuestas importantes, muy cercanas a lo que ella ha venido haciendo: por un lado, impulsar la actividad cultural y deportiva en los centros de servicios múltiples, con ofertas para niños, adultos y personas de la tercera edad, y por otro lado impulsar un proyecto ecológico de reforestación masiva en la localidad para frenar el cambio climático y sus terribles consecuencias. Por supuesto, seguirá trabajando por todos los grupos vulnerables y las minorías, para ayudar a que tengan una vida digna, y, como hasta ahora, luchará en contra de la corrupción y la impunidad. Yani no para de hablar, así también es de veloz su pensamiento. Sin embargo, la entrevista tiene que terminar y así se lo hago saber. Yani observa con avidez lo que le rodea, es una mujer incansable, y, para convencer a su comunidad de que ella es la mejor opción para el congreso, ha prometido recorrer a pie todo su distrito. Sí le creo.