Estación Sufragio

Agua pura, ¡ultrapura!

 Adalberto Carvajal Berber  Opinión

¿Y sí tiene arsénico el agua de Colima?, me pregunta la gente en la calle.

No lo sé, se supone que el gobierno ordenó un nuevo análisis. Sabemos que la cuenca del río Ayuquilla-Armería está contaminada con metales pesados y el nivel de contaminación de las corrientes de agua puede ser un indicador de la situación de los mantos freáticos, porque buena parte de los escurrimientos terminan infiltrándose.

Anteriores estudios de la Conagua revelaron la presencia de arsénico y otros minerales peligrosos en los acuíferos de todo el occidente de México. Colima no tiene por qué ser la excepción.

Ahora bien, ¿supone esto un problema de salud pública?

Sí, tanto como la contaminación atmosférica en algunas ciudades con altas concentraciones de ozono.

En esas urbes se han establecido sistemas para medir la calidad del aire y, en caso necesario, reducir la cantidad de vehículos en las calles (mediante programas de Hoy No Circula) o los niveles de emisión de partículas contaminantes (mediante programas de verificación de automotores). Comenzaron en la ciudad de México pero ya funcionan en las zonas metropolitanas de Guadalajara y Monterrey.

Ante el supuesto de que nuestras aguas de pozo están contaminadas, deberíamos contar con un sistema para analizarlas (junto a las aguas de río y de manantial que abastecen a nuestras poblaciones) y, en caso necesario, filtrar el agua destinada al consumo humano de metales pesados y otras impurezas.

La actitud que no esperamos de las autoridades es negar que existe el problema ni relativizar los riesgos para la salud. Tampoco esperamos que se salgan por la tangente diciendo que, para garantizar el abasto de agua pura, tendrían que hacer millonarias inversiones que en estos momentos el erario no puede afrontar, o que la sociedad terminará pagando esos costos en sus recibos por el servicio de agua potable.

Un amigo de esta columna me escribió para decir que, en realidad, no necesitamos tratar todo el caudal. Bastaría con filtrar el agua de beber y cocinar que se requiere para el consumo de cada una de las casas, aproximadamente 4 litros al día por persona.

De hecho, no es necesario tratar la totalidad que Ciapacov calcula como consumo equitativo por cada humano vivo, 500 litros al día, por cabeza, la necesaria para fregar trastes, lavar ropa o para usar mingitorio, excusado, regadera y lavabo, ni la que se destina al riego de camellones y jardines, públicos y privados, o la que se pierde en las miles de fugas que tiene la red o las tuberías domésticas.

“Lo que es ineludible es que debe ser limpiada la totalidad del agua que se bebe, la cual pagamos a precio de oro porque no hay agua más cara que la embotellada en envases y garrafones”, me dice este experto.

“Para ese propósito existe el sistema de ‘filtrado’ llamado ‘ósmosis inversa’, que quita hasta los metales pesados. La fauna patógena (bacterias, microbios, etc.) es fácilmente eliminada con los tan comunes filtros caseros, pero los metales tóxicos, que dejan discapacidades severísimas y de manera frecuente causan la muerte, solo se purifican con él sistema mencionado”.

El problema es que no todos los comercializadores de agua tienen ni usan filtros de ósmosis inversa. Además, mucha gente ha visto a empleados de embotelladoras de agua, de marcas minoritarias en el mercado, llenar los garrafones en la llave de una cochera. Se trata de una suerte de piratería porque defraudan al patrón al robarle los sellos de garantía, y engañan al cliente al venderle agua supuestamente purificada.

En los países donde la salud de la población importa, se lleva un control de calidad todos los días del año (no solamente cuando se publican informes en las revistas científicas) “para garantizar que la población no está bebiendo veneno”. Y Colima, donde se presumen altos niveles de calidad de vida, no tiene por qué ser la excepción.

Si se llega a comprobar que el agua de Colima tiene porcentajes de arsénico que superan los permitidos por la norma internacional y hasta por la (más laxa) norma oficial mexicana, lo primero que tiene que hacer la Coespris es lanzar un enérgico programa de verificación de las aguas que se venden embotelladas, mientras la Sedescol inicia un programa para dotar de filtros a las comunidades e incluso a las familias que, al no poder pagar el agua de garrafón, toman agua de la llave.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com. Esta columna se puede leer también en: www.aacb2.com.

bv