El alcoholismo es una enfermedad crónica, caracterizada por
una conducta anormal de búsqueda de alcohol y que siempre lleva a la pérdida de
control en la forma de beber. El uso nocivo de alcohol es un factor causal en
más de 200 enfermedades y trastornos, según lo indica información de la
Secretaría de Salud y Bienestar Social y de la Organización Mundial de la
Salud.
A corto plazo, el alcoholismo genera sensación de libertad, disminuye
coordinación motora y reflejos, acentúa errores de pronunciación, dificulta
concentración, cambia estados de ánimo, altera la percepción y la capacidad de
juicio.
A largo plazo, genera gastritis, pérdida de apetito,
deficiencia nutricional, problemas en la piel, impotencia sexual, daño hepático
y cerebral, alteraciones en la memoria, corazón, pulmones, músculos, sangre y
páncreas, entre otros.
El alcohol está asociado con el riesgo de desarrollar
problemas de salud tales como trastornos mentales y comportamentales, incluido
el alcoholismo, así como importantes enfermedades no transmisibles tales como
la cirrosis hepática, algunos tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares,
y traumatismos derivados de la violencia y los accidentes de tránsito.
Una proporción importante de la carga de morbilidad y
mortalidad atribuibles al uso nocivo del alcohol corresponde a los
traumatismos, sean o no intencionados, en particular los resultantes de
accidentes de tránsito, actos de violencia y suicidios, además de los
traumatismos mortales atribuibles al consumo de alcohol que tienden a afectar a
personas relativamente jóvenes.
Recientemente, se han establecido relaciones causales entre
el consumo nocivo y la incidencia de enfermedades infecciosas tales como la
tuberculosis y el VIH/sida. El consumo de alcohol por parte de una embarazada
puede provocar síndrome alcohólico fetal y complicaciones prenatales.
Autoridades sanitarias avaladas por la OMS señalan que entre
los factores que influyen en el estado de salud mental se pueden generar los
trastornos afectivos y de ansiedad que pueden desencadenar el consumo de
sustancias; una de ellas, conocidas como las “drogas de entrada”, entre las que
se encuentra el alcohol.
Por ello, señalan instituciones de salud pública, la
promoción de la salud mental es la herramienta que permite proteger de los
riesgos de las adicciones, entre ellas el alcoholismo, la cual incluye una
adecuada alimentación, actividad física, hábitos de higiene y creación y
mantenimiento de espacios saludables.
Además, en la familia, escuela y comunidad se
pueden desarrollar habilidades para prevenir la adicción, redes de apoyo y la
resilencia como capacidad para afrontar la adversidad y lograr adaptarse bien
ante tragedias, traumas, amenazas o estrés.