Estación Sufragio

CABALLADA FLACA Y DESCOLORIDA

 Adalberto Carvajal Berber  Opinión
Cómo estarán las cosas en el PRI que un candidato que ya perdió una vez la elección, Roberto Chapula de la Mora, es el mejor prospecto para la alcaldía de Colima, al grado que su destape mereció el reconocimiento del dirigente estatal Rogelio Rueda.
Que Chapula pida una segunda oportunidad para la misma posición no es insólito en un estado donde nos vamos acostumbrando a la redición de campañas electorales: Carlos Vázquez Oldenbourg fue dos veces presidente municipal de Colima, una por el PRI, otra por el PRD. Y Ernesto Márquez ha sido tres veces edil de Armería, cada una por un partido distinto (PRD, PAN y PVEM), sin que podamos descartar que se postule para una reelección inmediata.

En Manzanillo, Nabor Ochoa ha sido dos veces alcalde, la primera por el PAN (partido al que llegó después de una larga carrera en el PRI) y la segunda por Nueva Alianza (con el respaldo del PRI). Mientras que Virgilio Mendoza se apuntó para una tercera administración municipal a partir de 2018, después de haber ganado la primera por el PAN y la siguiente por el Verde, aunque hoy se le menciona también para la posición que le corresponde al PVEM en la fórmula oficialista al Senado.

Todos estos ejemplos de reelecciones indirectas respondieron a una lógica: cambiar de partido implicó para cada uno de ellos reactivar una trayectoria política que se encontraba en un callejón sin salida, obstruida por la respectiva cúpula partidista.
La lógica que sigue Chapula es otra, con todo y que al anunciar su aspiración admitiera que podría ser candidato del PVEM. El quiere competir porque está convencido que puede frenar la reelección del panista Héctor Insúa.

CARTUCHO RECARGADO:
Sin embargo, es un cargo que ya disputó sin éxito. Lo hizo en 2003 cuando se enfrentó a Leoncio Morán Sánchez, en ese entonces un cuadro distinguido del panismo, quien lo volvió a derrotar en 2009 en la elección de diputado federal por el primer distrito. Tras esos descalabros, Roberto decidió orientar su carrera hacia otras ramas del servicio público: no consiguió ser nombrado procurador general de Justicia en el estado, pero obtuvo la presidencia de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Concluido su segundo periodo como ombudsman, desde hace un año Chapula había venido comentando en privado su intención de regresar a la política electoral. Y es el primer priista en colocarse formalmente en la línea de tiradores.

Pese a esas derrotas en las urnas, Chapula ha sido un candidato competitivo. Su récord de nominaciones está empatado: perdió dos elecciones pero ha sido dos veces diputado local de mayoría relativa y por diferentes distritos. Le robo la idea a los colegas que consideran que, además, el capital político de Chapula se acrecentó con su desempeño, ciertamente protagónico, como
comisionado estatal de los Derechos Humanos. Por lo demás, se propone nuevamente para la alcaldía al constatar que, en la
cuadra del PRI, la caballada está flaca y el cuaco más gordo es él.

PRIISTAS FUERA DEL PRI:
Aquí debo hacer una distinción entre lo que significa el Revolucionario Institucional como partido hegemónico y lo que representa el oficialismo, hoy ramificado en al menos cuatro siglas aparte de las del tricolor: Verde Ecologista de México (PVEM), Nueva Alianza (Panal) y Encuentro Social (PES).
En Colima, el Partido del Trabajo también formó parte de la coalición que llevó al gobernador Ignacio Peralta al triunfo en la elección extraordinaria, pero como van a jugar con Morena en la presidencial técnicamente el PT es oposición.
Por lo demás, el de la estrella es un verdadero partido, con una militancia real y un voto duro que sufraga a favor de los candidatos que señalen sus líderes. El PVEM, en cambio, es una marca cedida al grupo de ex panistas de Manzanillo que
encabeza el diputado federal Virgilio Mendoza y al que pertenece la alcaldesa porteña Gabriela Benavides quien, como ya señaló el colega Manuel Godina, está apuntada para competir como ecologista por el segundo distrito electoral federal.

El Panal sigue siendo el partido magisterial y en este momento está al servicio de las estrategia electoral, política y administrativa de las dirigencias seccionales del SNTE, enfrentadas al secretario de Educación, Oscar Javier Hernández, o mejor
dicho, confrontadas con el gobierno de Ignacio Peralta.
Por último, la franquicia de Encuentro Social fue adquirida por algunos de quienes figuraron en el gabinete de Mario Anguiano, que presumiblemente usarán al PES para reclamar una cuota de candidaturas locales dentro de una eventual coalición oficialista o, probada la máquina el próximo año, incubar un proyecto político con miras a la sucesión gubernamental de 2021.

Como consecuencia del descuido (algunos priistas hablarían de un desdén) que el régimen de Peralta Sánchez ha tenido con el otrora partido de Estado, el PRI llega al 2018 sin nuevos cuadros. Pero eso no implica que el oficialismo no los tenga.
En los mentideros políticos se cansaron de apostar por la segura nominación por el Verde del actual congresista local independiente Nicolás Contreras Cortés, aunque a últimas fechas se ha empezado a filtrar el nombre del secretario de Planeación y Finanzas del gobierno del estado, Carlos Noriega García, quien tendría la ventaja sobre Nico de no ser un priista vergonzante pese a no contar con historial de militante.

Se ha especulado también que la candidatura del tricolor en coalición con el Verde podría ser premio de consolación para José Manuel Romero Coello, en el remoto caso de no ser incluido en la fórmula al Senado. Curiosamente, la posibilidad que tiene el actual director del Instituto Nacional de la Juventud de contar, como miembro del gabinete ampliado, con el favor del presidente Peña para llegar a la cámara alta, no es la misma para buscar la alcaldía, posición que le corresponderá palomear al gobernador Ignacio Peralta, quien ha dejado en claro sus desavenencias con quien fue su coordinador de campaña en la elección extraordinaria.

SANGRE DE SU SANGRE:
Ampliar el espectro del oficialismo fue la fórmula que el PRI encontró para recibir a los hijos pródigos que, por estatutos, no podían reintegrarse a sus filas tras haber salido del partido para competir con otros colores. Pero semejante estrategia
debilitó al Revolucionario Institucional, al tiempo que fortalecía al Panal o al Verde. De esta transfusión de sangre tricolor a las estructuras de sus partidos satélites hablan lo mismo aquella legislatura donde candidatos que contendieron como priistas luego se integraron a la bancada de Nueva Alianza, y viceversa. O los comicios municipales pasados donde planillas del Verde derrotaron en las urnas a las del PRI, porque estas últimas habían sido escogidas por el gobernador saliente Mario Anguiano y no por el candidato a la gubernatura.

Por las razones que sean (una directriz nacional para alimentar artificialmente al Verde o la convicción del grupo gobernante de que la marca PRI está tan desprestigiada que promoverla políticamente le costaría demasiado al gobierno de Nacho Peralta) este gobierno descuidó la formación de nuevos cuadros priistas, mas no la incorporación de figuras al oficialismo.
Eso abrió una ventana de oportunidad para activos del PRI que, en otras circunstancias, ya habrían sido desplazados por las nuevas generaciones.
bv