Estación Sufragio

Cincuenta por Colima

 Adalberto Carvajal Berber  Opinión
Para el número de organizaciones empresariales que convocaron a la marcha, realmente hubo poca asistencia. Eso despertó en las redes sociales críticas feroces que rayaban en la burla, quizá porque la iniciativa privada nos había acostumbrado a manifestaciones más concurridas en nombre de la paz. A esta del lunes 19 de junio en el Rey Coliman, le hizo falta probablemente la presencia del Obispo.

El fracaso de esta concentración debería poner nerviosos a quienes en lo sucesivo apelen al recurso de una multitud vestida de blanco para hacer demostración de fuerza. A los dirigentes de la CMIC, Canaco, AMMEEC, AIETIC, Canacintra, Coparmex, Canirac, AIMSLorg, AMPI y la Canadevi en el estado, les faltó músculo. Y eso se los echarán en cara los partidos cuando quieran traducir este liderazgo en una candidatura. 
 
Quizá faltó activar los resortes correctos. Por ejemplo, en toda manifestación de lo que la izquierda chilena denominó movilizaciones cacerolistas estaba muy bien identificado el objeto de su odio: el gobierno del presidente Salvador Allende, en aquellos días previos al golpe de Estado de Pinochet en 1973.

Vimos cómo se aplicó ese mismo modelo en contra de la aspiración presidencial del jefe de Gobierno del Distrito Federal, en la víspera del intento de desafuero que el régimen de Vicente Fox orquestó para sacar de la carrera presidencial de 2006 a Andrés Manuel López Obrador.

Un chiste cruel que circuló al día siguiente explica el fracaso de #LaSeguridadNosUne por una razón muy sencilla: quienes hubieran querido asistir no fueron porque estaban en sus casas velando alguno de los muchos muertos que deja a diario la guerra entre los carteles que, según la versión oficial, se disputan la plaza.

Alguien más dijo que el pueblo trabajador no fue a la marcha porque la convocaron los patrones. Pero leí dos o tres comentarios coincidentes en que más allá de una lucha de clases, estamos ante un asunto de miedo. Como sociedad vivimos aterrorizados, y eso que supuestamente “nomás se matan entre ellos”.

Con el más refinado sentido del humor negro, le escuché decir a otro analista que a esta manifestación de constructores, desarrolladores de tecnologías de la información, mujeres empresarias, comerciantes, restauranteros y demás hombres de negocios, la sabotearon los dueños de las funerarias que como nunca en la historia de Colima han prosperado en tiempos recientes.

Recuperando la seriedad y el argumento de la falta de un enemigo bien identificado, a esta marcha le pasó como en aquella cruzada por la paz a la que en febrero de 2012 llamó el obispo José Luis Amezcua Melgoza. Para dejar en claro que la manifestación no era contra el gobernador Mario Anguiano, se unió y puso a la cabeza el secretario de Educación, Federico Rangel. Los manifestantes, entonces, ya no supieron a quien debían culpar. 

Dejando a un lado que los clérigos son mejores movilizadores que los motivadores de las cámaras empresariales (como lo demuestran en la historia de México el padre Hidalgo, el señor cura Morelos y el padre Matamoros en la Independencia, así como incontables sacerdotes en la Cristiada un siglo después), no se entiende por qué en una protesta contra la inseguridad se alinea el presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública.

Con todo respeto, si Carlos Maldonado Orozco no es un funcionario de la administración de Ignacio Peralta (contra quien se supone iba dirigido el reclamo), lo parece.

Y en cuanto a responsabilidades por la falta de una política pública para la seguridad o la falta de una cultura de valores cívicos, que son dos casos que padecemos los colimenses, el CCSP está más cerca del ámbito gubernamental que de la sociedad civil. 

Así ocurre cuando las organizaciones se conciben como aparatos de control político y no como agrupaciones ciudadanas.

SEAMOS SERIOS:

No colegas, la nota del mitin de López Obrador no era que le robaron la cartera a uno de los reporteros que entrevistaron al dirigente de Morena, sino la defensa que Andrés Manuel hizo de Indira Vizcaíno y, si mucho me apuran, la presencia del contingente del Partido del Trabajo, en razón de que el PT formó parte de la coalición que llevó a Ignacio Peralta, en la elección extraordinaria de 2016, a la gubernatura.

Que en la bola te saquen la billetera durante una entrevista banquetera, son gafes del oficio. No es un atentado a la libertad de expresión ni una demostración empírica de cuán chairos son los que siguen al Peje.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com. Esta columna también se puede leer en el sitio web de CARVAJALBERBER: www.aacb2.com

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