La renuncia de Indira Vizcaíno Silva a la
Sedescol no fue la única baja que registró el gabinete de Ignacio Peralta en
esos días. También se dio la separación de Roberto Moreno Béjar de la
presidencia del Consejo Estatal de Participación Social del Estado de Colima,
un organismo que aglutina a las organizaciones de la sociedad civil y las
integra en las tareas de seguimiento del Plan Estatal de Desarrollo.
Moreno Béjar fue en esos días noticia pero
como presidente de la Fundación “Lo Mejor de Colima”, ya que ésta organiza el
carnaval de Colima-Villa de Álvarez. Por cierto, según algunos presbíteros, el
carnaval capitalino es la festividad pagana de ese tipo que más violenta el
calendario litúrgico pues ocurre bien entrada la Cuaresma; un problema de
fechas que comparte con otros carnavales del estado, como el de Manzanillo, por
el afán de aprovechar las comparsas y grupos musicales que ya se desocuparon de
los otros festejos que se celebran en la región alrededor del martes de
carnaval.
La renuncia de Roberto Moreno trascendió
pero no se anunció oficialmente. Y menos las causas de esta separación: al
parecer la falta de apoyos económicos a los programas del Consejo, que suelen
ser tan amplios y ambiciosos como celosas han sido muchas administraciones estatales
de mantener a la sociedad civil al margen de la planeación y la evaluación de
las tareas de gobierno. El gobierno de Peralta Sánchez muestra apertura a una
contraloría social, siempre y cuando sea llevada por ¿Cómo vamos?, Colima.
Dada la experiencia como organizador de
carnavales, Moreno Béjar era un potencial aspirante a la dirección general del
Instituto de Ferias y Festejos del Estado de Colima (Iffecol) que, en realidad,
tiene como gran responsabilidad la realización de la Feria de Todos los Santos.
Pero en la carrera por ese puesto Roberto tropezó con Petronilo Vázquez, otro
personaje igualmente cercano al secretario general de Gobierno, Arnoldo Ochoa
González.
Al quedar Roberto Moreno fuera del
gabinete ampliado, AOG perdió una posición en el gobierno de Ignacio Peralta y,
a como están las cosas, eso significa descender un escalón más en la escalera
que lo llevará a la puerta de salida. No faltaron por lo mismo especulaciones
en torno a que la salida de Moreno Béjar del Consejo implica un empate en la
disputa interna que Ochoa González creía que iba ganando al, supuestamente,
conseguir la renuncia de Indira.
Al finalizar el cotejo, lo que se puede
decir de una renuncia de Roberto Moreno por así convenir a sus intereses se
tiene que decir también de la separación de Vizcaíno Silva del gabinete.
A TIEMPO EXTRA:
Se vinieron las vacaciones y no se
consumó la renuncia del secretario de Educación, Oscar Javier Hernández, que
tanto buscaron un periódico y algunas voces ciudadanas, especialmente al calor
de la trágica muerte de una alumna en la secundaria Enrique Corona Morfín.
El reclamo de los adoloridos padres de
familia polarizó el debate respecto a la situación de la educación pública en
Colima, pero más que debilitar la posición del secretario estuvo a punto de
provocar el linchamiento moral de la maestra de grupo, la trabajadora social y
el director del plantel, porque supuestamente no supieron reaccionar ante la
emergencia médica cuando en realidad la Ley de Convivencia ata de manos al personal
docente so pena de cargar con responsabilidades civiles si, al intervenir,
causan un mal mayor.
Por mucho que fuera el interés de los
maestros y el prefecto de aprender primeros auxilios, dicha ley los restringe.
Y el gran problema es que plazas, como la del médico que acudía a la Corona
Morfín hora del ingreso matutino para expedir los justificantes de ausencia por
enfermedad, se han ido congelando conforme los titulares se jubilan, como parte
de las políticas de austeridad del gobierno federal.
Para cuando los escolares regresen de las
vacaciones de Semana Santa y Pascua, el asunto se habrá enfriado y los
detractores de Hernández Rosas tendrán que buscar una nueva coyuntura para
arremeter contra él. La SE es una de las posiciones más codiciadas del gabinete
por los recursos que maneja y por el margen de discrecionalidad que la normatividad
federal les permite –situación que según los funcionarios del sector es una
mera leyenda urbana.
Lo único que quedó en evidencia con el accidente
cerebrovascular de la menor, hija de un compañero universitario, es que no
tenemos en Colima un sistema eficiente de atención a emergencias. Entró en
vigor el 911 pero todavía las patrullas tardan en llegar 45 minutos y las
ambulancias no acuden al lugar del siniestro hasta que una autoridad policial
confirma la veracidad y la gravedad del hecho reportado.
Mucha gente se lamentó que hubieran
desmantelado la unidad de urgencias del antiguo hospital general de zona del
IMSS en la avenida de Los Maestros, a donde hubieran podido llevar incluso en
brazos a la niña, pero nadie menciona que tras haber trasladado el del Seguro
Social a la Villa el nosocomio más cercano es el del ISSSTE, y no tenemos un
esquema de integración de los servicios de salud aunque, en teoría, una emergencia
se debe atender en cualquier clínica sin importar si el herido es
derechohabiente.
Entiendo que reciben un subsidio
gubernamental, pero ¿por qué seguimos dependiendo de la capacidad de la
benemérita Cruz Roja cuando existen programas de protección civil y los
servicios de rescate y emergencias debieran prestarlos paramédicos y
ambulancias de una Cruz Verde, inexistente en Colima?
Mi correo: carvajalberber@gmail.com. Esta
columna también se puede leer en www.aacb2.com.